Un lugar para la plegaria

Silencio, luz y tierra son las preexistencias que habitan en un cadáver arquitectónico en el centro del desierto de Níjar. El Cortijo del Fraile, antigua maquinaria de producción agraria, agoniza y habla de partículas de tierra y piedra desordenadas. La quietud, moradora y guarda del Cortijo, ancla el programa propuesto al territorio. Un espacio para la plegaria se propone como un viaje para descubrir, a través de la contemplación de la propia ruina, el paisaje y la lectura. La ruina, en proceso de desaparición, es clausurada por un nuevo volumen de tapial, emergido del terreno para coser las dos extremidades abiertas del Cortijo. El espacio claustral resultante es el corazón y centro del proyecto, donde finaliza una recorrido que nace desde tres puntos territoriales diferentes. Como final y principio del desierto, el claustro escarba la tierra para crear un atrio semienterrado. Nueve celdas para acoger a trece moradores suponen un programa atípico. En este trance, aunque se asume la muerte del Cortijo como realidad arquitectónica,los elementos que aún guardan capacidad resistente se conservan como parte viva -resucitada- de su arquitectura y sus escombros, hijos del pasado, se esparcen por el territorio remarcando los caminos perdidos hacia otras cortijadas. Una era convertida en bosque de pitas completa el programa. La estrategia de mímesis de materiales permite que ninguno de ellos provenga de un radio mayor a 100 km. los materiales utilizados son dos: la propia tierra extraída mejorada con cáñamo para la creación del claustro semienterrado y el hormigón capaz de sustentar los muros pantalla

 

Francisco Javier Navarro de Pablos

Ricardo Alario López 

Escuela

Calificación

Archivos